Informe Estadístico del Parque Nacional Tierra de Fuego Prácticas educativas participativas para la conservación y el desarrollo sustentable en el Parque Nacional Tierra del Fuego

La Ley General del Ambiente N°25.675 establece en su artículo 14º que “La educación ambiental constituye el instrumento básico para generar en los ciudadanos, valores, comportamientos y actitudes que sean acordes con un ambiente equilibrado, propendan a la preservación de los recursos naturales y su utilización sostenible, y mejoren la calidad de vida de la población”.

En el mundo existen más de 100.000 áreas protegidas, de las cuales el 12,2% son áreas terrestres (PNUMA-CMVC, 2008). Un área protegida puede ser definida como un “espacio geográfico claramente definido, reconocido, dedicado y gestionado, mediante medios legales u otros tipos de medios eficaces para conseguir la conservación a largo plazo de la naturaleza y de sus servicios ecosistémicos y sus valores culturales asociados» (Dudley, 2008). Una de las categorías de área protegida, son los parques nacionales.

En las áreas protegidas existen pautas de comportamiento que mantienen coherencia con sus principios y funciones. El conservar y proteger el patrimonio cultural y natural depende de la conciencia y el actuar de todos. En primer término, es fundamental considerar el principio de prevención con el fin de evitar riesgos e impactos socioambientales no deseados. Entre las normas establecidas en un área protegida se encuentran: no está permitido hacer fuego en lugares no habilitados, cumplir con los horarios de cierre de senderos, no ingresar con mascotas, respetar las instrucciones del guardaparque, evitar ruidos molestos, regresar con todos los residuos generados, no alimentar a la fauna nativa, entre otras.

El Parque Nacional Tierra del Fuego (PNTDF), resulta uno de los pocos espacios  verdes para recreación con la que cuentan los fueguinos, aunque esta función tiene que compatibilizarse con los objetivos de conservación. Dada su cercanía con las proximidades de la Ciudad de Ushuaia, es un espacio muy utilizado con fines recreativos, ya que permite el acceso de todos aquellos que quieran visitarlo aunque su motivación no sea para disfrutar de la naturaleza. Si bien, es posible practicar diferentes actividades, ya sea en familia, con amigos y con fines educativos, consideramos que el correcto uso del Parque dista mucho del que se le da diariamente.

Por tal motivo, es que a un grupo de docentes de diferentes áreas y modalidades, enmarcados en el proyecto denominado “Prácticas Educativas Participativas para el desarrollo sustentable del Parque Nacional Tierra del Fuego” (BIRF 7520 – AR – Manejo Sustentable de Recursos Naturales “Componente 3 Áreas Protegidas y Corredores De Conservación” Desarrollo de Actividades Sustentables – DAS) , que busca confeccionar material didáctico sobre los diferentes recursos de la isla, llevamos adelante una encuesta respecto del uso del Parque que nuestros estudiantes realizan, como también indagamos sobre el conocimiento que los jóvenes puedan tener sobre el Parque Nacional y la función que cumple como área protegida  con relación al sistema educativo .

 

¿Sostenibilidad o Sustentabilidad? La importancia de clarificar los conceptos

¿Tiene sentido distinguir, como algunos han pretendido, entre sustentabilidad y sostenibilidad?

En nuestra opinión no ha lugar a dudas: se trata de dos expresiones que se utilizan y pueden seguir siendo utilizadas como sinónimos. Baste señalar que el mismo texto inglés “sustainable development” es traducido en España y algunos otros países castellano parlantes como “desarrollo sostenible”, mientras que en México y otros muchos países latinoamericanos se traduce como “desarrollo sustentable”. Podemos recordar también que en italiano, por ejemplo, se ha traducido como “sviluppo sostenibile” o que en lengua portuguesa se utiliza “desenvolvimento sustentável”. Se puede rastrear el origen de ambas expresiones y discutir cuál nos parece más adecuada, pero lo esencial es reconocer que se utilizan con el mismo significado.

Esto no debiera preocuparnos ni extrañarnos: los “reportes de sustentabilidad” de las empresas mexicanas, por ejemplo, significan lo mismo que las “memorias de sostenibilidad” de las empresas españolas. Es algo que ocurre con muchas otras palabras: caminar por la vereda de una calle de Buenos Aires o por la acera de una calle de Sevilla no nos lleva a elucubrar acerca del distinto significado de “vereda” y “acera” en este contexto urbano. Y es algo que ocurre en cualquier lengua: ¿acaso los angloparlantes no hablan indistintamente de liberty y de freedom?

Hemos de ser muy cuidadosos en el manejo de los conceptos y no contentarnos con semejanzas (o diferencias) puramente formales de expresiones utilizadas sin profundizar, como simples eslóganes. No basta, por ejemplo, decir “desarrollo sustentable” (o “sostenible”) para saber qué estamos proponiendo o criticando. Ni siquiera basta con dar la conocida definición de la Comisión Mundial del Medio Ambiente y del Desarrollo (CMMAD): “es el desarrollo que satisface las necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades«. Esto sigue siendo ambiguo y permite que algunos confundan “desarrollo” con “crecimiento” y utilicen la expresión “desarrollo sostenible” (o sustentable) en apoyo de sus políticas de “crecimiento sostenido”, algo absolutamente insostenible en un planeta finito. Y la misma confusión conduce a otros a rechazar la expresión como “una nueva mistificación del Norte para poder continuar sus prácticas de crecimiento depredador e insolidario”.

Es preciso dejar claro que el nuevo concepto parte de la posibilidad de que haya desarrollo, mejora cualitativa o despliegue de potencialidades, sin crecimiento, es decir, sin extracción de materiales a un ritmo superior al de su regeneración (cuando son renovables) ni producción de residuos a un ritmo superior al de su posible digestión por los ecosistemas. Dicho con otras palabras, si bien el crecimiento no puede continuar indefinidamente en un mundo finito, sí es posible el desarrollo. Posible y necesario, porque las actuales formas de vida no pueden continuar, deben experimentar cambios cualitativos profundos, tanto para aquellos (la mayoría) que viven en la precariedad como para el 20% que vive más o menos confortablemente. Y esos cambios cualitativos suponen un desarrollo, no un crecimiento global, aunque sí crecimientos locales, acompañados de decrecimientos en otros lugares, para hacer frente a desequilibrios inaceptables e insostenibles.

Precisamente, otra de las críticas que suele hacerse a la definición de la CMMAD es que, si bien se preocupa por las generaciones futuras, no dice nada acerca de las tremendas diferencias que se dan en la actualidad entre quienes viven en un mundo de opulencia y quienes lo hacen en la mayor de las miserias. Sin embargo, en la misma página en que se da dicha definición podemos leer: “Aun el restringido concepto de sostenibilidad física implica la preocupación por la igualdad social entre las generaciones, preocupación que debe lógicamente extenderse a la igualdad dentro de cada generación”. E inmediatamente se agrega: “El desarrollo sostenible requiere la satisfacción de las necesidades básicas de todos y extiende a todos la oportunidad de satisfacer sus aspiraciones a una vida mejor”.

Nada justifica, pues, que se califique el concepto de desarrollo sostenible (o sustentable) como una nueva mistificación del Norte para continuar de manera suicida sus prácticas de crecimiento insostenible e insolidario (aunque en la mente de algunos empresarios y políticos anide esta significación). Muy al contrario, el concepto de sustentabilidad (o sostenibilidad) es un concepto absolutamente nuevo, que supone haber comprendido que el mundo no es tan ancho e ilimitado como habíamos creído y que exige tomar en consideración la totalidad de problemas interconectados a los que la humanidad ha de hacer frente.

Hoy sabemos que es necesario, urgente y posible, hacer frente a la actual situación de emergencia planetaria, favoreciendo la transición a la sostenibilidad (o, si se prefiere, sustentabilidad). Evitemos, pues, las lecturas superficiales y no nos dejemos arrebatar -por quienes tan solo buscan su beneficio particular a corto plazo- los conceptos necesarios para orientar acciones fundamentadas.

Educadores por la sostenibilidad
Boletín Nº 83, 24 de octubre de 2012
http://www.oei.es/decada/boletin083.php

 

Relación Sociedad Naturaleza. Año 2006

Dra Nancy Fernandez

Educadora Ambiental

El siguiente es un aporte sobre la relación entre sociedad y naturaleza que se realizó en el Foro Social Urbano del día 20 de junio de 2006 en la Ciudad de Ushuaia Las relaciones entre sociedad y naturaleza están signadas por una variada gama de ideologías que dan vida y contenido al concepto de Ambiente. Es necesario un aprendizaje continuo para comprender esta compleja interacción de los sistemas naturales y socio-culturales.

La cultura ambiental se debate en dos tradiciones: una que se fundamenta en el desarrollo industrialista, sin reconocer que los avances científico-tecnológico han generado beneficios y consecuencias de pesadilla con relación al ambiente. La cultura ambiental de esta corriente continúa depositando en la ciencia y la tecnología la solución del problema. Programas de ahorro energético y reciclaje de desechos, conservando las formas de distribución y consumo y la inequidad en el acceso. Esta tradición es fuente del llamado “ecologismo fundamentalista” que se encarga de demandar vigorosas sanciones a quienes no modifiquen sus procesos productivos y aducen que la pobreza que trae como consecuencias es una distorsión de la realidad que se origina en el Norte.
La otra tradición, se sustenta en el desarrollo del placer y en una posición romántica negando la cuestión política, marcando una posición casi religiosa. Desde una posición romántica se cae en un conservacionismo ahistórico sin capacidad de vincularse con otros procesos sociales siendo que las utopías parten de revisar sus raíces en el pasado, recuperar el presente y proyectarse al futuro.

De las diversas concepciones es que surgen las políticas económicas y ambientales, por ejemplo: bajo la concepción europea de los S. XVII a XIX de la “frontera Salvaje”, se fundamentaron la colonización y las conquistas. Esta concepción se sostenía sobre la base de que la naturaleza es incontrolable y que se imponía sobre el ser humano, sufriendo los ritmos de lluvias y sequías, la fertilidad del suelo, la disponibilidad de agua o las plagas. En la Enciclopedia del Conde Bufón se cita: “la naturaleza salvaje es horrible y letal” y el ser humano es el único que puede convertirla en “grata y habitable”. Se buscaba “civilizar” espacios que se consideraban salvajes. Así es que se justificaban buena parte de las campañas de la conquista del desierto o frases como “Civilización o barbarie”.

Otra concepción que justificó la explotación indiscriminada de los bienes naturales es la que se basa en la de “canasta de recursos”. Aquí la naturaleza se convierte en una fuente inagotable de recursos que pueden ser extraídos y utilizados, los recursos son observados desvinculados unos de otros y dejar recursos sin aprovechar era un desperdicio. Se catalogó a las especies como útiles-inservibles o peligrosas-benéficas.

Es evidente que las concepciones han marcado el uso y políticas que los gobernantes han ido aplicando sobre el espacio y el ambiente.

Otra cuestión a tener en cuenta es que las corrientes actuales, y sobre todo después de la Cumbre de Río `92 le atribuye a la participación social y al ser humano sobre todo, un rol fundamental en la incidencia e impacto sobre el ambiente.

Estamos en las vísperas del siglo XXI y la naturaleza ocupa un lugar cada vez más destacado en el debate sobre el futuro de la sociedad. Podríamos decir que es un momento en el que las sensibilidades estéticas y políticas aseguran un lugar de indudable notoriedad a la naturaleza y a los asuntos ambientales.

Las posibilidades de armonizar los proyectos sociales y los estilos de vida con los límites de capacidad de sostenimiento y regeneración del ambiente, siempre han estado presentes en los grandes retos de la actualidad.

Es evidente que en los últimos años de gestiones municipales o provinciales, ejecutores de políticas públicas no han estado a la altura de las circunstancias y no han sabido planificar políticas ambientales sustentables e inclusivas, sin dejar afuera del modelo a los sectores más populares de la comunidad.

Considerando la asimetría de las relaciones de fuerza que definen las transformaciones sociales y económicas en curso, una reorientación global de las relaciones con la naturaleza tiende a parecer más próxima a una utopía ecológica que a una realidad inminente.

Tal vez estamos en un buen momento para confrontar y discutir sobre qué tipo de modelo podría sentarse una planificación socio-ambiental más sustentable, sostenida en el tiempo, justa, democrática, solidaria y ecológicamente equilibrada dejando de lado políticas cortoplacistas y planificando a largo plazo (50 años o más). Los tiempos políticos no coinciden con los tiempos ambientales.

El horizonte histórico-cultural de este debate está irremediablemente cruzado por una multiplicidad de intereses y proyectos sociales y económicos que disputan diferentes interpretaciones sobre lo ambiental.

Las múltiples interpretaciones de lo ambiental no garantizan una convergencia de acciones y de visiones de lo ambiental. El campo de lo ambiental se convierte en un lugar de disputa entre concepciones políticas, intereses económicos y grupos sociales.

Es importante destacar que la temática ambiental no ha sido incluida en las agendas de debate público dado que no se vislumbran acciones concretas que favorezcan el desarrollo de la ciudad bajo diferentes nociones de urbanidad, donde la construcción social del concepto de urbanismo se discuta democráticamente y se piense en una ciudad ambientalmente sostenible.

Se define el desarrollo sostenible como aquel que satisface la necesidad de la generación presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades.

El desarrollo sostenible es un proceso en construcción que puede marcar líneas de gestión para desarrollar la ruta hacia un modelo de racionalidad creciente que ponga el énfasis en la importancia de satisfacer las necesidades esenciales de los que menos tienen sin comprometer el equilibrio de los recursos.

Este concepto se contrapone con las vertientes de la actual gestión municipal en la que hace hincapié en la preservación del ambiente para las generaciones futuras. Es evidente que dejan afuera con esta mirada a la generación presente. Los jóvenes adultos nacidos en la década del ´70 ya escuchaban este discurso. Han pasado más de 30 años. Las generaciones futuras del ´70 han llegado y se han convertido en el presente. Aún siguen sin respuesta.

El conservacionismo romántico que le atribuye la intangibilidad a los bienes naturales, sólo pretende frenar el desarrollo (fomentando el crecimiento de unos pocos) y promueve la distribución injusta de esos bienes ya que solo tienen acceso a los mismos los sectores que más tienen, dejando a los sectores populares fuera del crecimiento que pretende el modelo capitalista y generando cada vez más exclusión social y pobreza. Cabe destacar la diferencia entre desarrollo y crecimiento. El crecimiento sólo se mide en términos del capital en cambio el desarrollo es un concepto más integrador dónde la variable capital se vincula con un sinnúmero de otras variables que interactúan y permiten promover la integridad en los cambios sociales, políticos, económicos, culturales, etc.

El problema es retador desde muchos puntos de vista ya que implica una serie de cambios esenciales en las formas tradicionales (economicistas) de desarrollo.

Se requieren transformaciones conceptuales, metodológicas y de valores para internalizar los retos asociados a una transición hacia el desarrollo sostenible. Asimismo, se necesitan formas más democráticas en el ejercicio del poder y mayores posibilidades de participación social.

Es imprescindible, por otro lado, una sociedad con mayor cultura ambiental que sea capaz de asumir los costos (en términos de hábitos de consumo y uso de la energía) implícitos en el tránsito hacia el desarrollo sostenible.

La comprensión de la problemática ambiental como fenómeno socioambiental proyecta la cuestión ambiental en la esfera política, entendida como esfera pública de las decisiones comunes.

Las tesis neoliberales fortalecidas por la crisis del socialismo y por el agotamiento del estado de bienestar social, tratan de legitimarse como la última y única voz, dictando la muerte de las utopías y afirmando el imperio de lo económico sobre el campo de la política, de los derechos sociales y humanos.

CRISIS Y RESPONSABILIDADES

Estamos ante una situación de crisis. La etimología de la palabra crisis es “decisión”, momento decisivo y culminante que despeja toda duda y que determina un curso de acción definitivo. Estamos ante un momento de decisión. Que modelo pretendemos construir……

La sociedad ha ido adquiriendo diferentes grados de responsabilidad con respecto al ambiente. Como dice Galeano, si todos somos culpables del desastre del Planeta, entonces no hay culpables.

Una concepción generalizada es que todos somos responsables de que el ambiente este deteriorado, pero cabe decir, ¿Todos tenemos el mismo nivel de responsabilidad? ¿Es tan responsable un niño de edad escolar que tira los papelitos al suelo como un gran aserradero, o una planta petrolera o un buque de pesca de arrastre?

¿Podemos decir que talar un árbol para la construcción de una vivienda en el bosque causó el mismo impacto que la construcción de un gran emprendimiento hotelero o inmobiliario? ¿Que concepción de ambiente tienen los gestores políticos al minimizar la destrucción de un morro en pleno centro de la ciudad y por otro lado cuestionar las actividades de los asentamientos denominados irregulares?, ¿cual es el criterio ambiental? ¿Qué diferencia hay entre la leña que utiliza un vecino para calentarse, que cuida y selecciona manualmente al árbol seco o al que menos impacto causará y las 213.000 ha que explotan anualmente los grandes empresarios madereros locales en las cuales, no solo impactan con la tala sino también con los caminos de acceso y la introducción de maquinaria pesada que degrada el suelo y lo vuelve improductivo?

Lo que pretendo decir con esto es que el discurso ambientalista que los gestores políticos tratan de imponer en la comunidad no hacen otra cosa que incrementar la diferencia social y la lucha de pobre contra pobre, haciendo perder de vista donde están los verdaderos causantes del impacto ambiental y destructores y explotadores de los bienes naturales agotables.

Sí, somos responsables cada uno de los integrantes de la comunidad. Somos responsables de:

  • fomentar conductas positivas hacia el ambiente, generando acciones comunitarias de respeto, tolerancia, solidaridad y sobre todo educativas con el vecino que nos rodea,
  • participar en las instancias públicas de debate para desnaturalizar estas concepciones que intentan infiltrarse en los discursos de los medios.
  • instar a las autoridades a hacer cumplir las leyes ambientales (que las hay y muchas) sobre aquellos impactos que durante años han venido destruyendo el ambiente socio-natural de Ushuaia; y por último
  • comenzar a repensarnos con miembro integrado al ambiente, no enfrentado a él, tomando como ejemplo las conductas que los pueblos originarios mantenían con el ambiente. Ellos fueron los primeros ambientalistas de la historia.