Rachel Carson. Una voz que rompió el silencio

 

La explosión de descubrimientos científicos y tecnológicos de mediados del siglo XX generó una nueva sociedad de consumidores embriagados con el poder de la gratificación instantánea. La idea de que la vida pudiera ser más fácil evitó que muchas personas vieran algún problema con los avances en la comodidad, particularmente algún efecto potencialmente negativo en la tierra o incluso en las futuras generaciones; sin embargo, algunos sí vieron estos problemas y aconsejaron moderación. Quizá la primera y la más notable, por lo menos entre los estadounidenses, fue Rachel Carson.

Carson, escritora y bióloga, era apasionada de su trabajo, el cual al principio se enfocó en la vida marina y más tarde en el uso indiscriminado de pesticidas. El resultado de sus esfuerzos sería el controversial libro La Primavera silenciosa, libro que rindió fruto mucho más allá de lo que Carson hubiera imaginado si hubiera vivido para verlo.

Nacida el 27 de mayo de 1907 en una pequeña granja de Springdale, Pensilvania, Carson heredó de su madre el amor por la naturaleza, así como el amor por los libros, el cual se convirtió en un ávido interés por escribir. Entregó numerosos artículos a revistas durante su infancia y su primer artículo se publicó cuando tenía 10 años de edad.

Después de graduarse de la preparatoria, Carson se fue a estudiar a la Universidad para Mujeres de Pensilvania (ahora el Chatham College, que en 1989 inauguró el Instituto Rachel Carson para promover la consciencia ambiental). Ahí se interesó profundamente en la biología marina. Tras graduarse en 1929, completó una maestría en zoología en la Universidad Johns Hopkins.

 CONVICCIONES Y CONTROVERSIA

 Mientras trabajaba para el gobierno, a Carson le preocupaba cada vez más el uso indiscriminado de pesticidas, en particular el dicloro-difenil-tricloroetano (DDT), el cual se volvió muy popular durante la Segunda Guerra Mundial. El DDT se utilizó primero durante la guerra para eliminar los piojos de los soldados y así reducir el contagio de tifus. No tuvo efectos secundarios inmediatos, por lo que se supuso ampliamente que el pesticida no afectaría a los seres humanos o a la vida silvestre. Carson creía lo contrario y, en efecto, poco después se culpó al pesticida por la disminución en la población del águila calva. De acuerdo con el Servicio de Pesca y Vida Silvestre de EE.UU., los residuos de DDT comenzaron a contaminar lagos y arroyos, dañando así el alimento de las águilas y alterando su proceso de reproducción.

Carson sostuvo que dicha contaminación no se limitaría a la flora y la fauna. Al unir sus propias observaciones con la investigación e información de sus colegas, vio una imagen aterradora del futuro, tanto para el hombre como para la naturaleza. Condenada por sus descubrimientos, la bióloga escribió más tarde a un amigo: «De haber guardado silencio, no habría tenido paz».

Originalmente planeaba escribir un artículo para una revista exponiendo los riesgos de los pesticidas, pero nadie hubiera publicado el controversial contenido por temor a perder anunciantes; sin embargo, al final reunió información suficiente para escribir un libro y decidió que ningún otro proyecto en su vida sería tan importante. El libro, La Primavera silenciosa, fue un best seller incluso antes de su publicación en 1962.

En su libro, Carson calculó que tan sólo en EE.UU. hay 500 químicos nuevos a los que «el cuerpo de hombres y animales debe adaptarse de alguna forma cada año, químicos que están completamente fuera de los límites de la experiencia biológica». Agregó que los insectos terminan por volverse inmunes a los pesticidas y, como resultado, regresan en mayores cantidades. «Aun así, la guerra química nunca se gana y la vida queda atrapada en su violento fuego cruzado».

Hoy en día muchos científicos están en desacuerdo con las conclusiones de Carson, provocando que su obra no sea menos controversial ahora de lo que fue en su época. Por ejemplo, aseguran que la bióloga malinterpretó un estudio publicado en una edición de 1956 de la Journal of Agricultural and Food Chemistry [Revista de la Agroquímica y la Química de los Alimentos] respecto a los efectos de los pesticidas en las codornices y los faisanes. Los científicos también debaten los efectos de la prohibición del DDT causados por La Primavera silenciosa. Aunque la prohibición permitía específicamente el uso del químico para el «control de enfermedades», los críticos la citan como la razón principal por la que la malaria (una enfermedad transmitida por los mosquitos) continúa matando a tantos niños en los países en desarrollo.

No obstante, a diferencia de sus seguidores más devotos, la misma Carson no apoyó una prohibición total de los pesticidas.

 NACE EL AMBIENTALISMO

 En 1962, cuando se publicó La Primavera silenciosa, la industria química se burló de su autora, llamándola alarmista. Carson, que peleaba una batalla contra el cáncer de mama, no sería derrotada y lucharía con ahínco, no por su vida, sino por sus convicciones.

Como resultado de sus esfuerzos, el Presidente John F. Kennedy creó un Comité de Asesoría Científica para estudiar el problema que ella trataba. En mayo de 1963 el comité emitió un informe sobre los pesticidas donde se señalaba que aunque el uso adecuado de pesticidas podría considerarse necesario, se requerían más investigaciones antes de rociarlos indiscriminadamente.

Ése fue sólo el comienzo de los efectos de La Primavera silenciosa. En los Estado Unidos también condujo, como ya se señaló, a la prohibición del DDT en 1972, así como a la creación de la Agencia de Protección Ambiental, la cual desarrolló diversas normas, tales como las Leyes de Agua y Aire Limpios.

Sin embargo, Carson no fue testigo de la mayor parte de estos frutos, debido a que en 1964 falleció de cáncer a los 56 años de edad. Y aunque la ciencia que apoyó sus afirmaciones respecto al DDT ha sido reevaluada y en muchos casos reemplazada en los años transcurridos desde entonces, la obra de su vida fue claramente decisiva en la creación de un mundo más consciente del medio ambiente.

«La belleza del mundo viviente al que estaba tratando de salvar siempre ha ocupado el primer lugar en mi mente; eso, y mi enojo contra las acciones insensibles y salvajes que se llevan a cabo», escribió Carson a un amigo. «Ahora puedo pensar que he contribuido en algo».

 

"No digo que los insecticidas químicos no deban utilizarse nunca, pero sí creo que hemos puesto químicos venenosos y biológicamente potentes de manera indiscriminada en manos de personas que ignoran del todo o casi por completo su potencial para causar daño" (Rachel Carson)

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